No te contaminés el alma, poné el veneno de «Amoris Adulterita» en la basura.

basurero
Lucas 12:8-9  «Os digo, pues, que cualquiera que me confesare delante de los hombres, también el Hijo del hombre le confesará delante de los ángeles de Dios. Al contrario, quien me negare ante los hombres, negado será ante los ángeles de Dios.

Catena Aurea:
San Cirilo, ubi sup Los que lo niegan son primeramente los que pospusieron la fe por temor a una inminente persecución, y después los doctores de la herejía y discípulos.

Catena Aurea:

San Remigio: Esta confesión es aquella de que habla el Apóstol: «Se cree con el corazón para la justicia y se confiesa con la boca para la salvación» ( Rom 10,10). A fin, pues, de que nadie tenga la idea de que sin la confesión de boca puede uno salvarse, no solamente dice: «El que me confesare», sino que añade: «Delante de los hombres» y vuelve a insistir: «Y al que me negare delante de los hombres, también negaré Yo delante de mi Padre, que está en los cielos».

Dice San Francisco de Sales: “Es un acto de caridad gritar contra el lobo, dondequiera que sea, cuando se encuentre entre las ovejas.” . La sal se ha vuelto insípida, ha apostatado y se ha vuelto digna de ser arrojada y pisoteada de los hombres. No reconoce más a su Madre, no quiere defenderla, no quiere defender a Su Hijo, “mas a quien me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de mi Padre celestial” . (Mat. X, 33)

Catena Aurea Pseudo-Crisóstomo, vict. ant. e cat. in Marcum
El que ha aprendido esto se somete con ardor a confesar sin vergüenza a Cristo. Llama adúltera a la generación que ha abandonado a Dios, verdadero esposo del alma, y pecadora, porque no ha seguido la doctrina de Cristo, sometiéndose al yugo del demonio y recibiendo la semilla de la impiedad. Quien negare, pues, el dominio de Cristo y la palabra de Dios, revelada en el Evangelio, recibirá el castigo digno de la impiedad, oyendo en la segunda venida estas palabras: «No te conozco» ( Mt 7,23).

Santa Hildergarda : Por tanto, también se perderá el que adore los escritos de este hombre perdido, tributándole culto:

XXXI. A Este hombre se le denomina hombre del pecado porque llevará a cabo Y
favorecerá todos los males, y se le llama hijo de la perdición, porque la muerte y la
perdición serán sus dominadoras y, como ya se ha dicho, seducirá a multitud de los
pueblos y con modos perversos e infames los atraerá a si y se hará adorar como Dios.
Como dice Juan al presentar la revelación de la verdad, y al describirlo con la imagen
de una bestia feroz: “Y lo adorarán todos los habitantes de la tierra cuyos nombres no
están escritos en el libro de la vida del Cordero” (Ap 13,8). Para entender estas palabras tenemos que comprender que está hablando de cosas futuras, e interpretarlas así: Los que hayan puesto la morada de sus corazones en las cosas terrenales, cuyos nombres no están marcados con el signo de la santidad en la vida eterna y cuya boca no conoce la mentira, adorarán a la bestia malvada inclinándose con el cuerpo y con la mente. Por tanto, también se perderá el que adore los escritos de este hombre perdido, tributándole culto, y quien conserve en su corazón los escritos de Satanás, que fue echado por Dios ya que quiso ser Dios. Por tanto también se le llama muerte, porque rehuyó la vida de aquel en quien no se encuentra la muerte, sino que más bien todo lo vivífica.
Todos los que sigan a este hijo de la perdición y ejecuten sus obras no estarán escritos
en el Libro de la Vida del Cordero, porque este Cordero es la Palabra de Dios, aquella
Palabra, ¡Hágase!, de la cual toda criatura procede. Pero a pesar de eso, el diablo ha
tenido a seguidores bajo el Antiguo Testamento y los tiene bajo el Nuevo. En el tiempo
del Antiguo Testamento fueron los adoradores de Baal, y en el tiempo del Nuevo los
Saduceos, todos iniciadores del cisma. Porque antiguamente, con las perversiones de
Baal violaron la ley de Dios, que es la raíz de la justicia en la que se ampararon
patriarcas y profetas, y luego sucesivamente, bajo la nueva ley, los seguidores del
diablo fueron los que negaron la resurrección en desprecio a la justicia divina con los
Saduceos, porque los Evangelios son las ramas de aquella raíz y el fruto de las ramas es
el testimonio de Cristo, que tritura a los ídolos de Baal y a los Saduceos.
De estos últimos se derivan los herejes que niegan la creación de los primeros vivientes.
Su error es peor que el precedente, ya que es la negación absoluta de Dios en la
creación y en las almas vivientes. Todos ésos adorarán pues a la bestia desgraciada, es
decir al hombre de la perdición, y abandonando la fe de Dios omnipotente proclamarán que no hay ningún obstáculo en desobedecer sus preceptos.

 

 

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