El papa San León XIII defendió la supremacía de los derechos de Dios y en línea con el Magisterio infalible de la Iglesia católica enseña en su famosa Encíclica “Immortale Dei”, sobre la constitución cristiana del Estado. Denzinger-Bergoglio explica:
Este Pontífice, preocupado con los rumbos de secularización y relativismo religioso de su tiempo, aún recuerda que el Apóstol afirma que “no hay autoridad sino por Dios”. (Rom 13, 1) Y “así como no es lícito a nadie descuidar los propios deberes para con Dios, el mayor de los cuales es abrazar con el corazón y con las obras la religión, no la que cada uno prefiera, sino la que Dios manda y consta por argumentos ciertos e irrevocables como única y verdadera, de la misma manera los Estados no pueden obrar, sin incurrir en pecado, como si Dios no existiese, ni rechazar la religión como cosa extraña o inútil, ni pueden, por último, elegir indiferentemente una religión entre tantas. Todo lo contrario. El Estado tiene la estricta obligación de admitir el culto divino en la forma con que el mismo Dios ha querido que se le venere. Es, por tanto, obligación grave de las autoridades honrar el santo nombre de Dios. Entre sus principales obligaciones deben colocar la obligación de favorecer la religión, defenderla con eficacia, ponerla bajo el amparo de las leyes, no legislar nada que sea contrario a la incolumidad de aquélla” (Immortale Dei, n. 3). No obstante, en contra de todo lo que la propia Historia comprueba, para Francisco el “Estado debe ser laico” y “los Estados confesionales terminan mal”… Veamos lo que siempre nos enseñó la Iglesia→
Dentro de la oración profética del Papa León XIII leemos:
Enemigos llenos de astucia han colmado de oprobios y amarguras a la Iglesia, esposa del Cordero inmaculado, y sobre sus bienes más sagrados han puesto sus manos criminales. Aun en este lugar sagrado, donde fue establecida la Sede de Pedro y la cátedra de la Verdad que debe iluminar al mundo, han elevado el abominable trono de su impiedad con el designio inicuo de herir al Pastor y dispersar al rebaño.
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