Musulmanes profanan la Eucaristía, escupen un Crucifijo y utilizan las iglesias como mezquitas: “El Papa nos ha dado permiso”

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«Unos jóvenes árabes se presentaron a misa en la iglesia de San Zulian; recibieron la comunión, fingiendo ser devotos católicos, e inmediatamente después vomitaron la hostia sobre el altar como si fuera alimento del diablo, blasfemando contra Jesucristo».

Así narraba el director del periódico «Libero», Vittorio Feltri, el último de los actos sacrílegos, esta vez acontecido el pasado domingo, contra iglesias católicas las últimas semanas en la diócesis de Venecia.

profanaciones musulmanes

El escupitajo a un Cristo que hace sangrar el corazón de un ateo
En otra ocasión, en la misma iglesia de San Zulian, según relata el propio párroco Massimiliano D’Antiga, cuatro mujeres musulmanas que entraron en la iglesia con el rostro oculto por un velo se acercaron al crucifijo y escupieron sobre él. A continuación, huyeron escabulléndose entre los turistas presentes en el templo.

Sobre este hecho, Feltri hace una dura condena: «Se trata de un ataque terrorista a escondidas, sin sangre, pero que hace sangrar el corazón de uno como yo que soy ateo, pero que al mismo tiempo soy hijo de esta tierra donde suenan las campanas y el panorama está lleno de crucifijos. Han escupido a un Cristo, que será de madera, pero yo lo he sentido sobre mi cara y la de los míos, que me han enseñado la señal de la cruz».

Musulmanes que rezan a Alá en la iglesia: “El Papa nos ha dado permiso”
Los feligreses de San Zulian, parroquia situada a poca distancia de la céntrica y turística Plaza de San Marcos, aseguran asimismo que hay musulmanes que rezan sus oraciones en el interior de este templo católico.

El párroco ha manifestado a medios de comunicación italianos que hace dos semanas entraron en la iglesia dos musulmanes que extendieron una alfombra y comenzaron sus oraciones. Cuando el sacristán se acercó a ellos para explicarles que ése no era el lugar en el que debían rezar a Alá, se limitaron a responder: «Podemos hacerlo, el Papa nos ha dado permiso».

Musulmán rompen el brazo de un Cristo del siglo XVIII

profanaciones por los musulmanes

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Mateo 7:6
No deis a los perros las cosas santas, ni echéis vuestras perlas a los cerdos; no sea que las pisoteen con sus pies, y se vuelvan contra vosotros y os despedacen.

Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17
Había mandado el Señor, antes de ahora, amar a los enemigos y hacer bien a los que nos aborrecen y hacen mal; y para que los sacerdotes no piensen que también deben concederles las cosas divinas, les advirtió sobre esta idea, diciendo: «No déis lo santo a los perros», como si dijese: «Os he mandado amar a vuestros enemigos y hacer bien a los que os perjudican con vuestros bienes materiales». Pero no con vuestros bienes espirituales, porque vuestros enemigos son iguales a vosotros en cuanto a la naturaleza, no en cuanto a la fe. Dios concede los beneficios terrenos lo mismo a los dignos que a los indignos, pero no así las gracias espirituales. (Catena Aurea)

San Agustín, de sermone Domini, 2,20
Son perros los que combaten la verdad, y consideramos como puercos a los que la menosprecian. Como los perros se arrojan para morder, y como destrozan lo que muerden no dejándolo entero como estaba antes, dijo: «No déis lo santo a los perros», porque en cuanto pueden, si está a su alcance, se esfuerzan en destruir la verdad. Los puercos, aunque no tienen tanto instinto de morder como los perros, andando por el fango todo lo ensucian, y por ello añade: «Ni echéis vuestras perlas ante los puercos».
Pseudo-Crisóstomo, opus imperfectum in Matthaeum, hom. 17
El perro y el puerco son animales inmundos. El perro lo es en absoluto, porque no rumia ni tiene la uña hendida; mas el puerco lo es en parte, porque tiene la uña partida, pero no rumia. Por ello creo que, por los perros, deben entenderse los gentiles, enteramente inmundos, tanto por la fe como por sus actos. Los puercos representan a los herejes, porque parecen invocar el nombre de Dios. No debe, pues, darse lo santo a los perros, porque el bautismo y los demás sacramentos no deben darse sino a los que tienen fe. Además, los misterios de la fe, esto es, las margaritas, no deben darse sino a los que desean la verdad y viven con la inteligencia perfectamente subordinada. Si las arrojamos ante los puercos (esto es, a los que viven enlodados en las complacencias impuras de la vida), no comprenden su preciosidad, y las estiman como semejantes a las fábulas mundanas y las confunden con sus acciones impuras.

 

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