Los dogmas pertenecen al depósito de la fe de una manera irreversible. Negar algún dogma significa negar la misma fe, pues supone negar la autoridad de Dios, que lo ha revelado.
Si un católico rechaza parte de un dogma en realidad lo está negando en su totalidad.
«Tal es la naturaleza de la fe Católica que no admite más o menos, sino que debe ser sostenida como un todo, o rechazarse como un todo: Esta es la fe Católica, que a menos que un hombre crea con fe y firmemente, el no podrá ser salvado.»
Canon 751:«Se llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica, o la duda pertinaz sobre la misma» Código de Derecho Canónico – CIC can. 751). -CIC# 2089.
Canon 750 § 1: Se ha de creer con fe divina y católica todo aquello que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradición, es decir, en el único depósito de la fe encomendado a la Iglesia, y que además es propuesto como revelado por Dios, ya sea por el magisterio solemne de la Iglesia, ya por su magisterio ordinario y universal, que se manifiesta en la común adhesión de los fieles bajo la guía del sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a evitar cualquier doctrina contraria.
Entre estas doctrinas se encuentran los artículos del Credo y los dogmas.
-Y que dijo Bergoglio?
«La condenación eterna no es una sala de tortura, ésta es una descripción de esta segunda muerte: es una muerte. Y aquellos que no serán recibidos en el Reino de Dios es porque no se han acercado al Señor. Son aquellos que siempre han ido por su camino, alejándose del Señor y pasan ante el Señor y se alejan solos. Es la condenación eterna, es este alejarse continuamente de Dios. Es el dolor cada vez más grande, un corazón insatisfecho, un corazón que ha sido hecho para encontrar a Dios, pero por la soberbia, por estar seguro de sí mismo se aleja de Dios”.
«La esperanza que abre los corazones al encuentro con Jesús. Esto nos espera: el encuentro con Jesús. ¡Es bello, es muy bello! Y Él sólo nos pide que seamos humildes y que digamos: ‘Señor. Bastará aquella palabra y Él hará el resto”.
La lejanía para siempre del “Dios que da la felicidad”, del “Dios que nos quiere mucho”, este es el fuego.

Ya Cállate, Cállate, Cállate, Bergoglio, que nos Desesperas!
San Beda: Perverso maestro es el diablo, que mezcla muchas veces lo falso con lo verdadero, para encubrir con apariencia de verdad el testimonio del engaño. ( Catena Aurea, vol. IV, p. 76).
Hermano católico no dejes que Bergoglio te engañe, no dejes que te robe la fe.
-Y como es?
El dogma del Infierno
Primera proposición dogmática: «Existe el infierno, al que van inmediatamente las almas de los que mueren en pecado mortal.» ( De fe divina expresamente definida.)Segunda proposición dogmática: «La pena de daño del infierno consiste en la privación eterna de la visión beatifíca y de todos los bienes que de ella se siguen.» ( De fe divina.)Tercera proposición dogmática: «A la pena de daño del infierno se añade la pena de sentido, que atormenta desde ahora las almas de los condenados y atormentará sus mismos cuerpos después de la resurrección universal.» ( De fe divina.)Cuarta proposición dogmática: «La pena de sentido consiste principalmente en el tormento del fuego.» ( De fe divina.)Quinta proposición dogmática: «El fuego del infierno atormenta no sólo a los cuerpos, sino también a las almas de los condenados.» ( De fe divina.)Sexta proposición dogmática: «Las penas del infierno son desiguales según el número y gravedad de los pecados cometidos.» ( De fe divina.)Séptima proposición dogmática: «Las penas del infierno son eternas.» ( De fe divina.)
La existencia del infierno y de que es eterno, fue definido dogma de fe en el IV Concilio de Letrán.
El Concilio IV de Letrán (1215) declaró: «Aquellos [los réprobos] recibirán con el diablo suplicio eterno» Dz 429; cf. Dz 40, 835, 840.
¿En qué consisten las penas del infierno?
El sufrimiento del alma por no poder ver a Dios, llamado pena de daño.El sufrimiento del cuerpo o pena de sentido.
NATURALEZA DEL INFIERNO
Pena de daño (Poena Damni):
Privación de la visión beatífica de Dios, es decir, de un alejamiento total de su presencia: “No os conozco”: (Mt. 25, 12); “¡Apartaos de mi malditos!”: (Mt. 25, 41); “¿No sabéis que los injustos no poseerán el Reino de Dios?” También se le llama “dolor de pérdida” porque el condenado ha “perdido” a Dios para siempre, siendo esa infelicidad y amargura irreversible, cristalizada ya en la eternidad de su pena, siendo plenamente consciente de que Dios y los santos del Cielo gozan también eternamente de una paz y felicidad ya inalcanzables, lo que conlleva al sentimiento de una angustia mortal que no se calma con nada ni con nadie.
Pena de sentido (Poena Sensus):
Entendida como aquel suplicio que experimenta el condenado, y que lo percibe sensitivamente tanto en el espíritu (antes de la resurrección) como en el cuerpo y en el espíritu (después de la resurrección). La pena de sentido no sólo se refiere al sufrimiento causado por el fuego, sino también a todo tipo de suplicios sensitivos que afectan los sentidos espirituales y corporales, como son dolorosas torturas que infligidas a cada condenado según la parte o partes del cuerpo con las que llegó a pecar.

Catecismo Mayor Papa Pío X:
250 .- ¿En qué consiste la infelicidad de los condenados? – La infelicidad de los condenados consiste en ser privados por siempre de la vista de Dios y castigados con eternos tormentos en el infierno.251.- ¿Son únicamente para las almas los bienes del cielo y los males del infierno? – Los bienes del cielo y los males del infierno son ahora únicamente para las almas, porque solamente las almas está ahora en el cielo o en el infierno; pero después de la resurrección, los hombres serán o felices o atormentados para siempre en alma y cuerpo.

“¡Ahora, oh cuerpo, estás pagando el precio de los placeres con que te regalaste a ti mismo!… ¡¡¡Y todo ello lo hiciste por tu propia y libre voluntad…!!!.” El Infierno revelado a Sor Josefa Menéndez.
“Los condenados están en el abismo infernal como dentro de una ciudad malaventurada, en la cual sufren indecibles tormentos en todos los sentidos y miembros; porque como emplearon en el pecado todos sus miembros y sentidos, sufrirán en todos ellos las penas correspondientes al pecado. Los ojos, por sus licenciosas e ilícitas miradas, sufrirán la horrible visión de los demonios y del infierno; los oídos, por haberse deleitado con discursos malos, jamás oirán ‘ otra cosa que llantos, lamentos y desesperaciones, y así de los restantes”. (San Francisco de Sales, Introd. a /a vida devota, 1, 15).

Santa Teresa de Ávila: “No quiso el Señor entonces viese más de todo el infierno. Después he visto otra visión de cosas espantosas, de algunos vicios el castigo. Cuanto a la vista, muy más espantosos me parecieron, mas como no sentía la pena, no me hicieron tanto temor; que en esta visión quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos y aflicción en el espíritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo.”

San Pablo advierte: «Esos [los que no conocen a Dios ni obedecen el Evangelio] serán castigados a eterna ruina, lejos de la faz del Señor y de la gloria de su poder» (2 Tes 1, 9; cf. Rom 2, 6-9; Heb 10, 26-31). Dice Ap 21, 8, los impíos «tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre»; allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (20, 10; cf. 2 Pe 2, 6; 7).
(Si alguno adora a la Bestia) tendrá que beber también del vino del furor de Dios, que está preparado, puro, en la copa de su cólera. Será atormentado con fuego y azufre, delante de los santos Angeles y delante del Cordero.
Papa Pío X Encíclica Pascendi sobre las herejía modernistas:Y como una táctica de los modernistas (así se les llama vulgarmente, y con mucha razón), táctica, a la verdad, la más insidiosa, consiste en no exponer jamás sus doctrinas de un modo metódico y en su conjunto, sino dándolas en cierto modo por fragmentos y esparcidas acá y allá, lo cual contribuye a que se les juzgue fluctuantes e indecisos en sus ideas, cuando en realidad éstas son perfectamente fijas y consistentes; ante todo, importa presentar en este lugar esas mismas doctrinas en un conjunto, y hacer ver el enlace lógico que las une entre sí, reservándonos indicar después las causas de los errores y prescribir los remedios más adecuados para cortar el mal.
Bergoglio: “El camino de la Iglesia es el de no condenar a nadie eternamente”

El Infierno es Eterno:
11.Y la humareda de su tormento se eleva por los siglos de los siglos; no hay reposo, ni de día ni de noche, para los que adoran a la Bestia y a su imagen, ni para el que acepta la marca de su nombre.»
[¿Por qué razón las penas del infierno son eternas?
Dice Santo Tomás: “La pena del pecado mortal es eterna, porque por él se peca contra Dios, que es infinito. Y como la pena no puede ser infinita en su intensidad, puesto que la criatura no es capaz de cualidad alguna infinita, se requiere que, por lo menos, sea de duración infinita”
En donde el gusano que les roe, o remuerde su conciencia, nunca muere, y el fuego que los quema nunca se apaga.

San Gregorio Magno: “Se nos dice que en aquel lugar habrá llanto y crujir de dientes; de suerte que allí rechinarán los dientes de los que, mientras estuvieron en este mundo, se gozaban en su voracidad; llorarán allí los ojos de aquellos que en este mundo se recrearon con la vista de cosas ilícitas; de modo que cada uno de los miembros que en este mundo sirvió para la satisfacción de algún vicio, sufrirá en la otra vida un suplicio especial”. (Hom. 38 sobre los Evang.)

El símbolo Quicumque confiesa: «Y los que (obraron) mal irán al fuego eterno»; Dz 40. El Papa Benedicto XII declaró en su constitución dogmática Benedictus Deus: «Definimos… Según la común ordenación de Dios, las almas de los que mueren en pecado mortal, inmediatamente después de la muerte, bajan al infierno, donde son atormentadas con suplicios infernales»; Dz 531 ; cf. Dz 429, 464, 693, 835, 840.
Sínodo de Valence (855)
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A los que no aceptan la verdad están reservadas ira e indignación eternas
Como enseña la doctrina del Apóstol: Vida eterna a aquellos que según la paciencia de la buena obra, buscan la gloria, el honor y la incorrupción; ira e indignación a los que son, empero, de espíritu de contienda y no aceptan la verdad, sino que creen la iniquidad; tribulación y angustia sobre toda alma de hombre que obra el mal (Rm 2, 7 ss). Y en el mismo sentido en otro lugar: En la revelación — dice — de nuestro Señor Jesucristo desde el cielo con los ángeles de su poder, en el fuego de llama que tomará venganza de los que no conocen a Dios ni obedecen al Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo, que sufrirán penas eternas para su ruina… cuando viniere a ser glorificado en sus santos y mostrarse admirable en todos los que creyeron (2 Th 1, 7-10). (Denzinger-Hünermann, 626. Sínodo de Valence. Contra Juan Escoto, Sobre la predestinación, 2)
“Ustedes han visto el Infierno a donde los pecadores van cuando no se arrepienten”

Santa María Magdalena de Pazzi oyó una vez la voz de Dios que le dijo:
Entre los condenados reina el odio, pues cada uno ve ahí a aquél que fue la causa de su condenación y lo odia por haberlo llevado ahí. De esta manera, los recién llegados aumentan la rabia que ya existía antes de su llegada.
Santo Tomás de Aquino
«Allí, los asociados de su miseria, lejos de aliviar la suerte de los alma condenada, harán que sea más intolerable para él.»
San Roberto Belarmino
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Después de la muerte no hay lugar para el arrepentimiento
Y todo lector de historia, u observador de lo que sucede alrededor, no puede sino saber que la regla es que los hombres terminen una vida perversa con una muerte miserable, mientras que es una excepción que el pecador muera de manera feliz; y, por el otro lado, no sucede con frecuencia que aquellos que viven bien y santamente lleguen a un fin triste y miserable, sino que muchas personas buenas y piadosas entran, después de su muerte, en posesión de los gozos eternos. Son demasiado presuntuosas y necias aquellas personas que, en un asunto de tal importancia como la felicidad eterna o el tormento eterno, osan permanecer en un estado de pecado mortal incluso por un día, viendo que pueden ser sorprendidas por la muerte en cualquier momento, y que después de la muerte no hay lugar para el arrepentimiento, y que una vez en el infierno ya no hay redención. (San Roberto Belarmino. Comentario a las siete palabras de Jesús. Cap. VI, n. 26)
San Alfonso María de Ligorio:
La Cuarta Puerta del Infierno: La Impureza. Ésta es la puerta por la cual entra el mayor número de pecadores.
San Bernardino de Siena: “Alguien que vivió practicando el vicio de la sodomía sufrirá más dolores en el infierno que cualquier otro, porque este es el peor pecado que existe .”
San Alfonso María de Ligorio en su libro teología moral afirma:
“La impureza es la puerta más ancha del infierno; y que de cada cien condenados adultos, noventa y nueve caen en él por este vicio, o al menos con él”.
El Mensaje de Fátima: “Van más almas al infierno por los pecados de la carne que por cualquier otra razón.”
Jesucristo: “Entrad por la puerta angosta; porque la puerta ancha y el camino espacioso conducen a la perdición, siendo muchos los que entran por él. ¡Oh!, ¡qué angosta es la puerta y cuán estrecha la senda que conduce a la vida! ¡Y cuán pocos los que atinan con ella!” (Mt. 7, 13-14).
Mateo 13:41 El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los que pecan y hacen pecar.
Rábano (Catena Aurea de Santo Tomás de Aquino):Observad lo que dice: Y aquellos que cometen iniquidades, no los que las cometieron, porque no han de ser entregados a los eternos tormentos los que se han convertido y han hecho penitencia, sino sólo los que continúan en el pecado.

Si quieres entrar en la Vida eterna, cumple los Mandamientos (Mt 19,17).
Mateo 7:21
Para entrar en el reino de los cielos
»No todos los que me dicen: “Señor, Señor”, entrarán en el reino de los cielos, sino solamente los que hacen la voluntad de mi Padre celestial.
San Agustín
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Para alcanzar el cielo es menester vivir santamente
Sabiendo, pues, que han tomado ocasión más que inicuamente de algunas frases difíciles del apóstol Pablo para no preocuparse de vivir bien, como muy seguros de la salvación que consiste en la fe, [Pedro] recordó que en sus cartas hay pasajes difíciles de entender, que interpretan mal los hombres, como también otras Escrituras, para su propia perdición, diciendo el gran Apóstol lo mismo que los demás apóstoles acerca de la salvación eterna; que no se otorga sino a los que vivan bien. (San Agustín. De fide et operibus, 14, 22)
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Observar los mandamientos es condición para la salvación
La tercera cuestión es la más peligrosa, de la cual, por haber sido poco estudiada e investigada, no según la divina palabra, me parece a mí que ha salido toda esta opinión, en la que se promete a los que viven perversísima y perdidamente, que aunque perseveren en ese modo de vivir, y con tal de que crean solamente en Cristo, y reciban sus sacramentos, que van a llegar a la salvación y a la vida eterna, contra la sentencia clarísima del Señor que responde al que desea la vida eterna: Si quieres llegar a la vida, guarda los mandamientos; y recordó qué mandamientos, a saber: aquellos que evitan los pecados, a quienes no sé cómo se les promete la salvación eterna por la fe, que sin obras es muerta. (San Agustín. De fide et operibus, 27, 49)
Credo Atanasiano: «Todo el que quiera salvarse, ante todo es menester que mantenga la fe Católica; el que no la guarde íntegra e inviolada, sin duda perecerá para siempre.
«Incluso los herejes parece tener a Cristo, porque ninguno de ellos niega el nombre de Cristo. Sin embargo, cualquier persona que no confiesa todo lo que pertenece a Cristo de hecho niegan a Cristo.»
De corazón creemos y con la boca confesamos una sola Iglesia, no de herejes, sino la Santa, Romana, Católica y Apostólica, fuera de la cual creemos que nadie se salva. (Denzinger-Hünermann, 792. Inocencio III, Profeción de fe propuesta a Durando de Huesca y a sus compañeros valdenses

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La Cuarta Puerta del Infierno: la Impureza
(San Alfonso María de Ligorio)
Ésta es la puerta por la cual entra el mayor número de pecadores.
Los impúdicos consideran que Dios tendrá piedad de este pecado, porque sabe que somos de carne. ¡Y qué! ¿Dios tiene compasión de este pecado? Más se lee en la Escritura que por este pecado envió Dios sobre la Tierra las más espantosas catástrofes. Observa San Jerónimo que leemos haberse Dios arrepentido de haber criado al hombre, en especial por el pecado de la carne. (Gen. 6.) Dios no ha castigado pecado alguno, ni aun sobre la Tierra, con tanto rigor como el de la impureza, dice Eusebio. (Ep. Ad dam.) En castigo de este pecado hizo caer fuego del cielo sobre cinco ciudades, y permitió que pereciesen en las llamas todos sus habitantes. Por causa de este pecado, principalmente, el diluvio universal destruyó todo el género humano, a excepción de la familia de Noé. Este es un vicio que ya castiga Dios a menudo en este mundo de una manera terrible.
Ya que tú has querido olvidarme, dice el Señor, y me has abandonado por un miserable placer, quiero que aun en esta vida sufras la pena de tus crímenes.
Dios ¿tiene compasión de este pecado? Atended que este delito es el que arrastra mayor número de almas al Infierno. Asegura San Remigio que la mayor parte de los condenados lo son por causa de este pecado. Del mismo sentir es el P Señeri, siguiendo a San Bernardo (T. 4, Serm. 21) y a San Isidoro (L. 2, sent, c. 39). Santo Tomás dice que este pecado es muy agradable al demonio, porque, el que cae en este muladar del Infierno, queda pegado en él y no puede casi levantarse. Este vicio quita hasta la luz, y el pecador queda tan ciego, que casi llega a olvidarse de Dios, dice San Lorenzo Justiniano. (De lib. vit.f Os, v, 4.) Desconoce a Dios, no obedece ya ni a Dios ni a la razón; sólo obedece a la voz de los sentidos, que le arrastra a obrar como un bruto.
Casi siempre los hábitos criminales se conservan hasta la muerte. Hállanse hombres de edad madura, viejos decrépitos, que tienen los mismos pensamientos y cometen los mismos pecados que cometían en su juventud. Así es cómo sus faltas se multiplican, y vienen a ser innumerables. Preguntad a este desdichado cuántas veces ha consentido en los malos pensamientos, y os contestará: ¿quién puede acordarse de ellos? Más si vos no sabéis el número de vuestros pecados, ya los sabe Dios, y no ignoráis vosotros que un solo pecado de mal pensamiento basta para precipitaros en el Infierno. ¿Qué será, pues, por tantas torpezas en las que se están revolcando estos desgraciados, como animales inmundos? ¡Oh espantoso pecado, cuántas almas precipitas en los Infiernos!
Mas, Padre mío, ¿cómo hacerlo para resistir a tantas tentaciones? ¡Ah, yo soy muy débil!—Si sois débil, ¿por qué no os encomendáis a Dios y a la Santísima Virgen, que es la Madre de la pureza? ¿Para qué exponeros a las tentaciones? ¿Por qué no mortificáis vuestros ojos? ¿Por qué miráis objetos que excitan las tentaciones? ¿Por qué os abandonáis sin reserva al mal y a todas sus consecuencias, pues que la impureza conduce con frecuencia d otros pecados, como son los odios, los robos, y, sobre todo, las confesiones y las comuniones sacrílegas, o por efecto de reticencias o por defecto de contrición?
Si sois culpable de este pecado a no quiero arrancaros toda esperanza: salid, empero luego, de este estado infernal, ahora que Dios os ilumina y os tiende la mano para ayudaros. Huid desde este momento las ocasiones: sin esto, todo está perdido; los juramentos, las lágrimas, los propósitos, no sirven de nada. Quitad las ocasiones; encomendaos en seguida a Dios y a María, que es la Madre de la pureza. Cuando seáis tentado, no os entretengáis con la tentación: nombrad, invocad al instante a Jesús y a María. Sus Nombres sagrados ahuyentan el demonio, y apagan estos ardores infernales. Si el demonio no cesa de tentaros, continuad invocando a Jesús y a María, y a buen seguro que no sucumbiréis. Para arrancar de raíz este hábito, haced alguna práctica especial de piedad dirigida a María, rogadle con confianza. Por la mañana, al levantaros, rezad con fervor la oración angélica en honor de su pureza; haced lo propio al acostaros, y, sobre todo, penetraos bien de esta verdad: que si rehusáis actualmente la gracia de Dios y os obstináis en vuestro pecado, tal vez ¡ay! no os corregiréis de él jamás.
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Sor Josefa Menéndez escribe al respecto: Yo no puedo decir lo que se oye: toda clase de blasfemias y de palabras impuras y terribles. Unos maldicen su cuerpo, otros maldicen a su padre o a su madre, otros se reprochan a sí mismos el no haber aprovechado tal ocasión o tal luz para abandonar el pecado. En fin, es una confusión tremenda de gritos de rabia y desesperación.
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