Bergoglio propaga la herejía del Universalismo y niega el Juicio Final

gloria tv newsFrancisco: “todo se salvará. Todo”

Francisco dijo el 11 de octubre que no hay que tener miedo al Juicio Final, porque “al final de nuestra historia está Jesús Misericordioso”, y en consecuencia “todo se salvará. Todo”.

Las declaraciones reunidas de Francisco que niegan la existencia del infierno fueron publicadas por el 20 de octubre por Sandro Magister.

El 23 de agosto, Francisco comparó el fin de la historia con “una inmensa tienda, donde Dios acoge a todos los hombres para habitar definitivamente con ellos”. Magister muestra que en varias ocasiones Francisco ha citado en forma selectiva parábolas del Evangelio, omitiendo las advertencias de Jesús sobre la condenación eterna.

Si Francisco estuviera en lo cierto, nadie necesitaría a él y a la Iglesia, y no habría diferencia entre un santo y un malhechor. es.news

bergoglio enganando almas para llevarlas al infierno

Apocalipsis 20:10

10 Y el diablo, que los había engañado, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde también habían sido arrojados (la bestia) y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por todos los siglos.

Como lo tenemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os anuncia un evangelio distinto del que habéis recibido, ¡sea anatema! Gálatas, 1:9

Heresiarca Bergoglio: En el Juicio Final Jesucristo no nos va a juzgar; sino que será nuestro abogado

Heresiarca Bergoglio: Dios nos juzga amándonos. Si acojo su amor estoy salvado, porque Dios no condena, Él sólo ama y salva

¿El Juicio sin Juez?

Catecismo Mayor de San Pío  X

CAPITULO VII DE LOS NOVÍSIMOS Y DE OTROS MEDIOS PRINCIPALES PARA EVITAR EL PECADO

969. ¿Qué se entiende por Novísimos? – Novísimos se llaman en los Libros Santos las cosas postreras que acaecerán al hombre.

970. ¿Cuántos son los Novísimos o Postrimerías del hombre? – Los Novísimos o Postrimerías del hombre son cuatro Muerte, Juicio, Infierno y Gloria.

971. ¿Por qué los Novísimos se llaman Postrimerías del hombre? – Los Novísimos se llaman Postrimerías del hombre, porque la muerte es la cosa postrera que sucede al hombre en este mundo; el Juicio de Dios es el último de, los juicios que hemos de sufrir; el Infierno es el mal extremo que tendrán los malos, y la Gloria, -el sumo bien que poseerán los buenos.

972. ¿Cuándo hemos de pensar en nuestras Postrimerías? – Conviene pensar todos los días en nuestras Postrimerías, y sobre todo en la oración de la mañana al despertarnos, a la noche antes de acostarnos, y siempre que nos sintiéremos tentados, porque este pensamiento es eficacísimo para hacernos huir del pecado.


destructor 2

Cosas del fin del mundo. Los «novísimos» según Francisco

Sandro Magister:

En el importante diario «la Repubblica» del cual es fundador, Eugenio Scalfari, autoridad indiscutida del pensamiento laico italiano, el 9 de octubre pasado volvió a referirse así a la que él considera una «revolución» de este pontificado, recogida de la viva voz de Francisco en el transcurso de los diálogos frecuentes que tiene con él:

«El papa Francisco ha abolido los lugares donde deberían ir las almas después de la muerte: el infierno, el purgatorio, el paraíso. La tesis sostenida por él es que las almas dominadas por el mal y no arrepentidas dejan de existir, mientras que las que fueron rescatadas del mal serán llevadas a la felicidad contemplando a Dios».

Y observa inmediatamente después:

«El juicio universal que se sostiene en la tradición de la Iglesia se encuentra entonces privado de sentido. Permanece como un simple pretexto que ha dado lugar a espléndidos cuadros en la historia del arte. No es nada más que eso».

Hay que dudar seriamente que el papa Francisco quiera realmente liquidar los «novísimos» en los términos descritos por Scalfari.

Pero en su predicación hay algo que inclina a un efectivo empañamiento del juicio final y de los destinos opuestos de beatos y condenados.

*

El miércoles 11 de octubre, en la audiencia general en la plaza San Pedro, Francisco dijo que no hay que tener miedo a ese juicio, porque «al final de nuestra historia está Jesús Misericordioso», y en consecuencia «se salvará todo. Todo».

Esta última palabra, «todo», en el texto distribuido a los periodistas acreditados en la sala de prensa vaticana estaba resaltada en negrita.

*

También en otra audiencia general de hace pocos meses, la del miércoles 23 de agosto, Francisco dio una imagen completa y consoladora del fin de la historia humana: la de «una inmensa tienda, donde Dios acoge a todos los hombres para habitar definitivamente con ellos».

Imagen que no es suya, sino que está tomada del capítulo 21 del Apocalipsis, pero de la que Francisco se cuidó de citar las posteriores palabras de Jesús:

«El vencedor heredará estas cosas, y yo seré su Dios y él será mi hijo. Pero los cobardes, los incrédulos, los depravados, los asesinos, los lujuriosos, los hechiceros, los idólatras y todos los falsos, tendrán su herencia en el estanque de azufre ardiente, que es la segunda muerte».

*

Y también, al comentar en el Angelus del domingo 15 de octubre, la parábola del banquete nupcial (Mt 22, 1-14) leída ese día en todas las Misas, Francisco evitó cuidadosamente citar los pasajes más inquietantes.

Tanto aquél en el que «el rey se indignó, mandó su ejército, hizo matar a los asesinos y entregó su ciudad a las llamas».

Como también aquél en el que, al ver «a un hombre que no utilizaba el traje apropiado para una boda», el rey ordenó a sus siervos: «aten sus manos y sus pies y arrójenlo afuera, a las tinieblas; allí habrá llanto y rechinar de dientes».

*

El domingo anterior, el 8 de octubre, otra parábola, la de los viñadores homicidas (Mt 21, 33-43), había sufrido el mismo tratamiento selectivo.

En el Angelus, al comentar la parábola, el Papa omitió decir qué hace el dueño de la viña a esos labradores que mataron a sus siervos y por último a su hijo: «A esos malvados les dará una muerte miserable». Ni mucho menos citó las palabras conclusivas de Jesús, referidas a sí mismo como «piedra angular»: «El que caiga sobre esta piedra será destrozado; y sobre quien ella cayera, lo aplastará».

Más aún, el papa Francisco insistió en defender a Dios de la acusación de ser vengativo, como si quisiera mitigar los excesos de «justicia» reconocidos en la parábola:

«Aquí está la gran novedad del cristianismo: un Dios que, incluso desilusionado por nuestros errores y nuestros pecados, no pierde su palabra, no se detiene y sobre todo ¡no se venga! Hermanos y hermanas, ¡Dios no se venga! Dios ama, no se venga, nos espera para perdonarnos, para abrazarnos».

*

En la homilía de la solemnidad de Pentecostés, el pasado 4 de junio, Francisco polemizó, como hace muchas veces, con «el que juzga». Y al citar las palabras de Jesús resucitado a los apóstoles e implícitamente a sus sucesores en la Iglesia (Jn 20, 22-23) las ha cortado voluntariamente por la mitad:

«Reciban el Espíritu Santo. A los que les perdonen los pecados serán perdonados».

Quitando lo siguiente:

«A los que no se los perdonen no serán perdonados»

Que la amputación fue deliberada está probado por su reiteración. Porque un corte idéntico a estas palabras de Jesús Francisco lo había hecho también el 23 de abril anterior, en el rezo del Regina Coeli del primer domingo después de Pascua.

*

También el 12 de mayo pasado, en su visita a Fátima, Francisco mostró que quería liberar a Jesús de la fama de juez inflexible al final de los tiempos. Por eso puso en guardia ante la siguiente falsa imagen de María:

«Una María bosquejada por sensibilidades subjetivas que la ven manteniendo firme el brazo justiciero de Dios pronto a castigar. Una María mejor que Cristo, vista como juez implacable».

*

Se agrega a ello que la libertad con la que el papa Francisco corta y cose las palabras de la Sagrada Escritura no se refiere sólo al juicio universal. Ensordecedor, por ejemplo, es el silencio en el que él siempre ha envuelto la condena hecha por Jesús del adulterio (Mt 19, 2-11 y pasajes paralelos).

Con sorprendente coincidencia, esta condena estuvo contenida en el pasaje del Evangelio que se leía en todas las iglesias del mundo justamente el domingo en que comenzó la segunda sesión del sínodo de los obispos sobre la familia, el 4 de octubre de 2015. Pero ni en la homilía ni en el Angelus de ese día el papa Francisco hizo la mínima mención.

Y ni tampoco la mencionó en el Angelus del domingo 12 de febrero de 2017, cuando esa condena fue leída de nuevo en todas las iglesias.

No sólo eso. Las palabras de Jesús contra el adulterio no aparecen ni siquiera en las doscientas páginas de la exhortación post-sinodal «Amoris laetitia«.

Así como no aparecen ni siquiera las terribles palabras de condena de la homosexualidad escritas por el apóstol san Pablo en el primer capítulo de la Epístola a los Romanos.

Primer capítulo leído también – otra coincidencia – en las Misas feriales de la segunda semana del sínodo del 2015. A decir verdad, sin que esas palabras figuraran en el Misal. Pero en todo caso sin que el Papa u otros jamás las citaron, mientras que en el sínodo se discutía el cambio de los paradigmas del juicio sobre la homosexualidad:

«Por eso, Dios los entregó también a pasiones vergonzosas: sus mujeres cambiaron las relaciones naturales por otras contrarias a la naturaleza. Del mismo modo, los hombres dejando la relación natural con la mujer, ardieron en deseos los unos por los otros, teniendo relaciones deshonestas entre ellos y recibiendo en sí mismos la retribución merecida por su extravío. Y como no se preocuparon por reconocer a Dios, él los entregó a su mente depravada para que hicieran lo que no se debe. Están llenos de toda clase de injusticia, iniquidad, ambición y maldad; colmados de envidia, crímenes, peleas, engaños, depravación, difamaciones. Son detractores, enemigos de Dios, insolentes, arrogantes, vanidosos, hábiles para el mal, rebeldes con sus padres, insensatos, desleales, insensibles, despiadados. Y a pesar de que conocen el decreto de Dios, que declara dignos de muerte a los que hacen estas cosas, no sólo las practican, sino que también aprueban a los que las hacen» (Rm 1, 26-32).

*

Además, algunas veces el papa Francisco se toma también la libertad de reescribir a su modo las palabras de la Sagrada Escritura.

Por ejemplo, en la homilía matutina en Santa Marta, el 4 de setiembre del 2014, en un cierto punto el Papa atribuyó textualmente a san Pablo estas palabras «que escandalizan»: «Me jacto solamente de mis pecados». Y concluyó invitando también a los fieles presentes a «jactarse» de sus propios pecados, en cuanto perdonados por la cruz de Jesús.

Pero en ninguna de las cartas de san Pablo se encuentra una expresión similar. Más bien el apóstol dice de sí mismo: «Si es necesario jactarse, me jactaré de mis debilidades» (2Cor 11, 30), después de haber detallado todas las adversidades de su vida: las encarcelaciones, las flagelaciones, los naufragios.

O bien: «no me jactaré de mí mismo, sino de mis debilidades» (2Cor, 12, 5). O también: «Él me dijo: ‘Te basta mi gracia; en efecto, la fuerza se manifiesta plenamente en la debilidad’. Me jactaré entonces con gusto de mis debilidades, para que habite en mí el poder de Cristo» (2Cor 12, 9), con alusiones de nuevo a los ultrajes, a las persecuciones y a las angustias sufridas.

*

Volviendo al juicio final, también el papa Benedicto XVI reconocía que «en la época moderna, la idea del juicio final se ha desvaído».

Pero en la encíclica «Spe salvi«, escrita totalmente por su mano, reafirmó con fuerza que el juicio final es «la imagen decisiva de la esperanza». Es una imagen que «exige la responsabilidad», porque «la gracia no excluye la justicia», más bien, la cuestión de la justicia «es ciertamente un motivo importante para creer que el hombre esté hecho para la eternidad», porque «sólo en relación con el reconocimiento de que la injusticia de la historia no puede ser la última palabra en absoluto, llega a ser plenamente convincente la necesidad del retorno de Cristo y de la vida nueva».

Y también:

«La gracia no convierte la injusticia en derecho. No es un cepillo que borra todo, de modo que cuanto se ha hecho en la tierra acabe por tener siempre igual valor. Contra este tipo de cielo y de gracia ha protestado con razón Dostoievski en su novela ‘Los hermanos Karamazov’. Al final los malvados, en el banquete eterno, no se sentarán indistintamente a la mesa junto a las víctimas, como si no hubiera pasado nada».


Doctrina

Catecismo Mayor de San Pío  X

CAPÍTULO XIII DEL DUODÉCIMO ARTÍCULO
247.
¿Qué nos enseña el último artículo: Y LA VIDA ETERNA? – El último artículo del Credo nos enseña que, después de la vida presente, hay otra, o eternamente bienaventurada para los escogido en el cielo o eternamente infeliz para los condenados al infierno.

248.¿Podemos comprender la bienaventuranza del cielo? – No, señor; no podemos comprender la bienaventuranza de la gloria, porque sobrepuja nuestro limitado entendimiento y porque los bienes del cielo no pueden compararse con los bienes de este mundo.

249.¿En que consiste la bienaventuranza delos escogidos? – La bienaventuranza de los escogidos consiste en ver, amar y poseer por siempre a Dios, fuente de todo bien. 250.¿En qué consiste la infelicidad de los condenados? – La infelicidad de los condenados consiste en ser privados por siempre de la vista de Dios y castigados con eternos tormentos en el infierno.

251.¿Son únicamente para las almas los bienes del cielo y los males del infierno? – Los bienes del cielo y los males del infierno son ahora únicamente para las almas, porque solamente las almas está ahora en el cielo o en el infierno; pero después de la resurrección, los hombres serán o felices o atormentados para siempre en alma y cuerpo.

252.¿Serán iguales para los bienaventurados los bienes del cielo y para los condenados los males del infierno? – Los bienes del cielo para los bienaventurados y los males de infierno para los condenados serán iguales en la sustancia y en la duración eterna; más en la medida o en los grados serán mayores o menores, según los méritos o deméritos de cada cual.

Anuncio publicitario

Jesucristo no le dio a Pedro ni a sus sucesores la autoridad de violar o anular los mandamientos.

 

ADELANTE LA FE
Jesucristo no dio esa autoridad a Pedro y sus sucesores

21/10/17 12:05 am

Si me amáis guardaréis mis mandamientos (Jn. 14, 15)

El que recibe mis preceptos y los guarda, ése es el que me ama; el que me ama será amado de mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él (Jn. 14, 21).

Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y en él haremos morada (Jn. 14, 23).

 

Los Mandamientos de la Ley de Dios se han de cumplir

Queridos hermanos, no es mi ciencia teológica, que no la tengo, ni mis doctorados, que tampoco los tengo, ni los libros que he publicado, que no los tengo, ni mucho menos mi prestigio, del que carezco, es simple y llanamente mi fe, mi fe católica atesorada en la oración constante y asidua, en la meditación de la Palabra de Dios a la luz de los santos Padres, la guía luminosa e incomparable de Santo Tomás de Aquino, el conocimiento de los dogmas de fe, el estudio de las enseñanzas de la Tradición, es todo ello, lo que me confirma con la certeza indubitable de la fe: que Nuestro Señor Jesucristo no dio autoridad  a Pedro, y a sus legítimos sucesores, cuestionar su divina Palabra.

Ningún Papa ha tenido y ni tendrá autoridad para cuestionar la Palabra de Dios. Ningún  Papa puede ni podrá exonerar a los fieles católicos del cumplimiento exacto de los Mandamientos de la Ley de Dios. El Obispo de Roma no tiene potestad para ello, no la ha recibido de Jesucristo, de quien es Vicario, y por tanto, todo lo que diga con el fin de enseñar e instruir a la Iglesia de Cristo, ha de ser como si el mismo Señor lo dijera. Porque el Obispo de Roma es Vicario, no Señor. Es servidor, no dueño.

Ningún fiel católico que ame al Señor como Él quiere ser amado, es decir, con un amor semejante al que Él que nos tiene, porque el amor no se paga sino con un amor recíproco, puede aceptar bajo ningún concepto el punto 306 de Amoris Laetitia, donde de forma escandalosa, inaceptable y ofensiva a Dios, se exonera a los fieles, que les sea una carga, del cumplimiento de los Mandamientos; proponiendo como alternativa una norma humana a la Ley divina, una llamada vía caritatis, invento del hombre para el hombre, para complacerle, para satisfacerle en sus debilidades y pecados, para confirmarle en ellos, para que no se arrepienta de ellos. Una vía caritatis que da la espalda a Dios, que desprecia sus Mandamientos, dejándolos a gusto del fiel: si puede los cumple, sino puede se acoge a la vía alternativa. Si los Mandamientos quedan a la elección de quien los pueda cumplir, entonces ya  han dejado de ser un Mandato divino para ser una opción humana.

Amoris Laetitia, punto 306

¿Qué dice el punto 306 de Amoris Laetitia?: Ante quienes tengas dificultades para vivir plenamente la ley divina, debe resonar la invitación a recorrer la vía caritatis. Es decir, Amoris Laetitia no exige el cumplimiento de los Mandamientos, los presenta como una carga para algunos, imposibles de cumplir; lo cual nos lleva a la conclusión de que Dios no ha hecho las cosas perfectas al mandarnos los Mandamientos, que lo que ha hecho es mandar  una pesada carga al hombre; esto es lo que quiere decir la vía caritatis: Dios, imperfecto,  ha dado una carga pesada al hombre que no se puede cumplir, por lo que nos propone una vía alternativa alejada de la voluntad de Dios.

Cabe recordar el Decreto sobre la justificación del Concilio de Trento, cuyo Capítulo 11 se titula De la observancia de los mandamientos y de su necesidad y posibilidad, y empieza diciendo:

Nadie, empero, por más que esté justificado, debe considerarse libre de la observancia de los mandamientos [Can. 20]; nadie debe usar aquella voz temeraria y por los Padres prohibida bajo anatema, que los mandamientos de Dios son imposibles de guardar por el hombre justificado. Porque Dios no manda cosas imposibles, sino que al mandar avisa que hagas lo  que puedas y pidas lo que no puedas y ayuda para que puedas: sus mandamientos no son pesados [1 Jn. 5, 3], su yugo es suave y su carga ligera [Mt. 11, 30]. Porque los que son hijos de Dios aman a Cristo y los que le aman, como Él mismo atestigua, guardan sus palabras [Jn. 14, 23]; cosa que, con el auxilio divino, pueden ciertamente hacer (Denz. 804).   

El canon 20 dice:

Si alguno dijere que el hombre justificado y cuan perfecto se quiera, no está obligado a la guarda de los mandamientos de Dios y de la Iglesia, sino solamente creer, como si verdaderamente el Evangelio fuera simple y absoluta promesa de la vida eterna, sin la condición de observar los mandamientos, sea antema (Denz. 830).

Queridos hermanos, es dogma de fe cumplir los Mandamientos, por lo que, exonerar a los fieles de su  cumplimiento, como establece el punto 306 de AL,  es contravenir un dogma de fe definido por la Iglesia. ¿Comprenden la extrema gravedad que supone lo que establece Amoris Laetitia en el punto 306? ¿Pueden llegar a comprender el alcance tan pernicioso que supone para la fe y costumbres de la Iglesia, y no sólo para el Sacramento del Matrimonio?

¿Qué es la vía caritatis de la que habla el punto 306? Lo hemos indicado, pero insistimos en ello por su gravedad, se trata de una fórmula humana que no tiene más propósito que quienes viven en pecado mortal de adulterio permanezcan en su pecado sin arrepentirse de su vida y puedan llegar a la Sagrada Comunión. Esta es la vía caritatis, un camino que pretende que estén en plena comunión con la Iglesia quienes están en pecado mortal.

La verdad de nuestra fe católica dice que nadie queda exonerado del cumplimiento de los Mandamientos, no puede proponerse una vía caritatis como alternativa a los Mandamientos, ya que  es contraria al dogma de fe, es más se opone a él.  No les estoy dando mi opinión, ni mi parecer, porque todo cuanto opine y sienta en este asunto es lo que dice y siente la Iglesia, a cuya obediencia me someto,  les hablo de  la fe que todos ustedes deben creer y vivir y manifestar para la salvación eterna de sus almas, y la de los prójimos.

Un hecho sin precedente en la vida de la Iglesia

El exonerar a los fieles del cumplimiento de los Mandamientos de la Ley de Dios es un hecho sin precedentes en la Iglesia; proponer una alternativa a la Ley de Dios es un acto de soberbia difícilmente comparable a cualquier otra acción. El pecado de soberbia de los ángeles caídos tuvo lugar antes del derramamiento de la Preciosísima Sangre de Nuestros Señor para la redención del mundo, por  lo cual la Sangre de Nuestro Señor no se derramó por ellos. Pero sí se ha derramado por el Obispo de Roma y por todos sus Pastores, por lo que hace que los actos de soberbia de ellos tengan una gravedad especial. Las consecuencias para la vida de la Iglesia son catastróficas, la fe y costumbres están totalmente cuestionadas, ignoradas unas, ridiculizadas otras, introduciendo en su lugar una nueva moral de situación y conveniencia, una nueva creencia a la carta adaptada al momento actual y al hombre de  hoy, a su propia conveniencia.

Los Mandamientos de la Ley de Dios se cumplen sin ninguna excepción, no existe ninguna alternativa a ellos, porque la alternativa a no cumplir los Mandamientos es la condenación del alma. No hay mayor amor a Dios que el cumplimiento exacto  de sus Mandamientos, porque para el que los cumple supone ser amado por el Padre Eterno con especiales señas de amor; supone que el Padre, el Hijo y, por consiguiente, el Espíritu Santo, morarán dentro de él, y Cristo se le manifestará en esta vida por la luz de la fe, con la gracia de la contemplación, como en la otra por la visión beatífica con que se ve a Dios claramente. Dichosos los que aman a Cristo cumpliendo sus Mandamientos, pues estos bienes alcanzarán.

Excelencia del gobierno de Cristo

Queridos hermanos, retengan las palabras de San Pablo a los Corintios (1 Co. 1, 30) cuando dice de Cristo Nuestro Señor que se hizo para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención, y medítenlas.

En el Señor están todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia (En quien se halla escondidos todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia. Col. 2, 3). Gobierna todas las cosas sin error, con suma eficacia y suavidad, conoce nuestras limitaciones, y a cada uno de los hombres ofrece la ayuda necesaria para vencer las debilidades y alcanzar la perfección. Nos gobierna con sabiduría celestial y divina (Por lo cual el apetito de la carne es enemistad con Dios y no se sujeta ni puede sujetarse a la ley de Dios. Rom. 7,8) comunicándonos tal sabiduría. Sus Mandamientos son obra de su sabiduría, con los cuales nos gobierna celestial y divinamente.

Cristo Nuestro Señor obra con suma justicia, y  por excelencia se le  llama Justo (El Señor, nuestra justicia. Jer. 23, 6), nunca hubo injusticia en Él, ajustando siempre sus obras con la voluntad de su Eterno Padre. Gobierna siempre con justicia y equidad, sin perjudicar a nadie, ni haciendo acepción de personas, sin someterse a respetos humanos, dando a cada uno lo que se merece, premiando a los buenos y castigando a los malos como Juez universal de todos, deseando justificar a todos los hombres (El Justo, mi siervo, justificará a muchos, y cargará con las iniquidades de ellos. Is. 53, 11) ¿Son acaso sus Mandamientos injustos, una carga que no se puede soportar? ¿Obra injustamente el Señor al ordenar los Mandamientos?  ¿Puede el Justo actuar con injusticia? Los Mandamientos son obra de  su justicia.

Cristo Nuestro Señor es para nosotros santificación, es el Santo de los Santos, en quien están todos los tesoros de la santidad, de cuya plenitud reciben los hombres (Pues  de su plenitud recibimos todos, gracia sobre gracia. Jn. 1, 16) no solamente la justicia que limpia la culpa, sino la santidad. El Señor nos gobierna con leyes santas, con santos consejos y santos ejemplos; y así nos dice a todos: Sed santos, como Yo soy santo (1 Pe. 1, 16), y Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt. 5, 48). ¿No son los Mandamientos obra de su santidad para que alcancemos la santidad y la perfección?

Cristo Nuestro Señor es para nosotros redención, porque nos ha librado de la esclavitud del demonio y del pecado (Libres ya del pecado, habéis venido a ser siervos de la justicia. Rom. 6, 18) de la carne y de sus pasiones, del mundo y de sus tiranías, poniéndonos en la libertad del espíritu (Vosotros hermanos, habéis sido llamados a la libertad; pero cuidado con tomar la libertad por pretexto para servir a la carne, antes servíos unos a otros por la caridad. Gal. 5, 13), propia de los hijos de Dios. El Señor nos redime para que alcancemos el fin de la redención, que es la perfecta adopción de los hijos de Dios (Que no habéis recibido el espíritu de siervos para recaer en el temor, antes habéis recibido el espíritu de adopción por el que clamamos: ¡Abba, Padre! Rom. 8, 15). Los Mandamientos de la Ley de Dios nos hacen hijos de adopción, separándonos de la esclavitud del demonio, de la carne y del mundo.

Correctio filialis

La Corrección filial, por parte de un grupo de estudiosos laicos y teólogos, que se ha hecho pública, es una muestra de los errores  y herejías que se han propagado en la Iglesia, tomando carta de naturaleza en ella; esta Corrección verdaderamente ha sido un impulso del Espíritu Santo en su Iglesia, señalando los errores y herejías presentes en Amoris Laetitia.  Pero la Iglesia está  inundada de errores y herejías que atañen a todo el ámbito de la fe y costumbres. ¿Qué decir sobre el Sacramento de la Penitencia, de los Novísimos, es decir, sobre la muerte, cielo, infierno, juicio final, de la castidad, del valor de la tradición, de las relaciones homosexuales, del falso ecumenismo y diálogo religioso, de las aberraciones litúrgicas…? No hay verdad, que la tradición y enseñanza de la fe  nos ha trasmitido, que no se haya tergiversado y se nos presente de forma herética o falsa. Se cuestiona sin pudor la misma Palabra de Dios.  Reina el desconcierto más absoluto, pues la fe católica se ha cuestionado.

Queridos hermanos,  no se pueden cuestionar los Mandamientos de la Ley de Dios por quien tiene el sagrado mandato de guardarlos y hacerlos guardar,  sin que sobrevenga sobre la Iglesia la más sombría y angustiosa oscuridad, sin que el desconcierto, duda, y desconfianza embargue a muchas almas; sin que éstas caminen hacia la condenación eterna. Quieren esconder la Luz de la Verdad, y en su lugar poner la macilenta luz del error y la herejía, y la apostasía.

Los Mandamientos de la Ley de Dios se han de cumplir a la perfección si de verdad queremos amar a Dios, si verdaderamente anhelamos la vida eterna. En la Ley divina está el amor a Dios y el amor que Dios nos tiene. No podemos cuestionar su Palabra, sólo obedecerla fielmente y amorosamente. Si guardareis mis preceptos, permaneceréis en mi amor, como yo guardé los preceptos de mi Padre y  permanezco en su amor (Jn. 15, 10). Guardar los mandamientos de Dios nos conserva en el amor a Dios, y el que seamos amados por Él, y todo a imitación de Cristo, mirando como Él guardó los Mandamientos, poniendo su vida en cumplirlos. De igual forma nosotros hemos de poner nuestra propia vida en su cumplimiento, lo que nos mantendrá dentro del resplandor de la Luz de la Verdad de nuestra fe.

Ave María Purísima.

Padre Juan Manuel Rodríguez de la Rosa


quemar la heretica amoris laetitia.gif