O de otro modo: Los judíos llamaban sábado a todos los días de la semana, y primer sábado al primero de los sábados de la semana. Este día es figura del siglo venidero, en el cual no habrá más que un solo día sin interrupción de ninguna noche, porque Dios es el sol sin ocaso. En este día resucitó el Señor revistiéndose de incorruptibilidad corporal, así como seremos nosotros mismos revestidos de incorrupción en el siglo venidero.
San Agustín, in Ioannem, tract., 120
Así se suele nombrar al que amaba Jesús, quien también a todos amaba, pero sobre todos a éste con más familiaridad.
Sigue: «Y les dijo: Quitaron al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han puesto».
San Gregorio, Moralium, 3, 9
Hablando así, se expresa el todo por la parte, porque había venido buscando el cuerpo del Señor, y se lamentaba como si todo El hubiera sido robado.
San Agustín, ut supra
En algunos códices griegos se lee: «Quitaron a mi Señor», lo que demuestra un amor vehemente como de afecto de familia. Pero esto no lo encontramos en muchos códices que tenemos a la vista.
Crisóstomo, ut supra
El Evangelista, sin embargo, no privó a la mujer de esta gloria, ni creyó indecoroso que supieran por ella la primera noticia. Por su palabra van ellos con mucha solicitud a reconocer el sepulcro.
San Gregorio, In Evang. hom. 22
Aquellos, que amaron más que los otros, corrieron más; a saber, Pedro y Juan. Por eso sigue: «Salió, pues, Pedro y el otro discípulo», etc.
Teofilacto
Pero si me preguntas cómo estando los guardas pudieron acercarse al monumento, la pregunta es infundada, porque después que el Señor resucitó y compareció el ángel en el sepulcro en medio del terremoto, se retiraron los guardas para anunciarlo a los fariseos.
San Agustín, ut supra
Después de haber dicho «que ellos fueron al sepulcro», retrocedió para contar cómo fueron, y dice: «Corrían, pues, los dos a un tiempo», y el otro discípulo corrió más que Pedro y llegó primero al sepulcro, con lo que da a entender que era él el que llegó primero, pero que lo cuenta todo como de otro.
Crisóstomo, in Ioannem, hom. 84
Llegando, pues, reconoció los lienzos; por eso dice: «Y habiéndose inclinado vio puestos los lienzos». El no averigua nada más, sino que desiste; y esto es lo que sigue: «Mas no entró». Pero Pedro, entrando resueltamente, lo examina todo con la mayor escrupulosidad, y ve más. Por eso sigue: «Vino, pues, Simón Pedro, y entró en el sepulcro y vio los lienzos y el sudario que había sido puesto en su cabeza, pero no junto con los lienzos, sino envuelto separadamente en otro lugar». Esto era prueba de resurrección, porque si alguno lo hubiera trasladado no hubiera desnudado su cuerpo. Ni si lo hubieran robado, los ladrones no hubiesen cuidado de quitarle y envolver el sudario poniéndolo en un sitio diferente del de los lienzos, sino que hubieran tomado el cuerpo como se encontraba. Ya había dicho San Juan que al sepultarle lo habían ungido con mirra, la cual pega los lienzos al cuerpo. Y no creas a los que dicen que fue robado, pues no sería tan insensato el ladrón que se ocupara tanto en algo tan inútil.
Después de Pedro entró Juan. Y sigue: «Entonces entró también el otro discípulo», etc.
San Agustín, in Ioannem, tract., 122
Algunos creen que Juan creía ya en la resurrección, pero no lo indica así lo que sigue: Vio vacío el sepulcro y creyó lo que la mujer había dicho. Pues sigue: «Aún no sabían la Escritura», etc. No creyó, pues, que hubiese resucitado, cuando no sabía que había de resucitar, no obstante que lo oía decir al mismo Señor clarísimamente; pero por la costumbre de oírle hablar en parábolas no lo entendieron, y creyeron que quería decir otra cosa.
San Gregorio, In Evang. hom. 22
Esta descripción tan detallada del Evangelista no carece de misterio. San Juan, el más joven de los dos, representa la sinagoga judía, y Pedro, el más anciano, la Iglesia universal. Aunque la sinagoga de los judíos precedió en el culto divino a la Iglesia de los gentiles, sin embargo, fue superada en número por la multitud de los gentiles. Corrieron ambas juntamente, porque desde su nacimiento hasta su ocaso, aunque en distinto sentido, corren juntas. La sinagoga llegó primero al monumento, pero no entró, porque aunque entendió los mandatos de la Ley sobre las profecías de la Encarnación y Pasión y muerte del Señor, no quiso creer. Llegó después Simón Pedro y entró en el sepulcro, porque la Iglesia de las naciones, que siguió la última, creyó a Cristo muerto en su humanidad y vivo en su divinidad. El sudario, pues, de la cabeza del Señor, no fue encontrado con los lienzos, porque Dios es la cabeza de Cristo, y los misterios de su divinidad son incomprensibles a la flaqueza de nuestra inteligencia y superiores a las facultades de la naturaleza humana. Se ha dicho que el sudario se ha encontrado, no sólo separado, sino envuelto, porque el lienzo que sirve de envoltura a la cabeza divina, demuestra su grandeza en que no tiene principio ni fin. Esta es, pues, la razón por qué se encontró solo en otro lugar, porque Dios no se encuentra entre las almas que están divididas, y sólo merecen recibir su gracia las que no viven separadas por el escándalo de las sectas. Pero como el lienzo que cubre la cabeza de los operarios sirve para enjugar el sudor, puede entenderse con el nombre de sudario la obra de Dios, que aunque permanece tranquilo e inmutable en sí mismo, manifiesta que sufre y trabaja en la dura perversidad de los hombres. El sudario que había estado sobre su cabeza y encontrado aparte, demuestra que la Pasión de nuestro Redentor es muy diversa de la nuestra, porque El la padeció sin culpa, y nosotros por nuestros pecados; El se ofreció a ella voluntariamente, y nosotros la sufrimos contra nuestra voluntad. Después que entró Pedro entró Juan, porque al fin del mundo Judea entrará también en la fe del Salvador.

Teofilacto
O de otro modo: Admira en Pedro la prontitud de la vida activa, y en Juan la contemplación humilde y práctica de las cosas divinas. Con frecuencia los contemplativos llegan por la humildad al conocimiento de las cosas divinas; pero los activos, guiados por su fervorosa asiduidad, llegan primero a la plenitud de este conocimiento.
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