Los laicos somos elegidos por Dios para ser los grandes defensores de la Iglesia en los últimos tiempos.

Obispo Schneider:

“Dios necesita a los fieles laicos para proteger la fe en este tiempo de crisis”.

lucha por defender la fe

El Arzobispo Fulton Sheen advirtió que:
“La Iglesia no va a ser rescatada de la actual crisis ni por los obispos, ni por los sacerdotes , ni por los religiosos, sino por los laicos”.

PAPA PABLO IV CUM EX APOSTOLATUS OFFICIO:

7. Los fieles no deben obedecer sino evitar a los desviados en la Fe:

Y en consecuencia, los que así hubiesen sido promovidos y hubiesen asumido sus funciones, por esa misma razón y sin necesidad de hacer ninguna declaración ulterior, están privados de toda dignidad, lugar, honor, título, autoridad, función y poder; y séales lícito en consecuencia a todas y cada una de las personas subordinadas a los así promovidos y asumidos, si no se hubiesen apartado antes de la Fe, ni hubiesen sido heréticos, ni hubiesen incurrido en cisma, o lo hubiesen suscitado o cometido, tanto a los clérigos seculares y regulare, lo mismo que a los laicos; y a los Cardenales, incluso a los que hubiesen participado en la elección de ese Pontífice Romano, que con anterioridad se apartó de la Fe, y era o herético o cismático, o que hubieren consentido con él otros pormenores y le hubiesen prestado obediencia, y se hubiesen arrodillado ante él; a los jefes, prefectos, capitanes, oficiales, incluso de nuestra materna Urbe y de todo el Estado Pontificio; asimismo a los que por acatamiento o juramento, o caución se hubiesen obligado y comprometido con los que en esas condiciones fueron promovidos o asumieron sus funciones, (séales lícito) sustraerse en cualquier momento e impunemente a la obediencia y devoción de quienes fueron así promovidos o entraron en funciones, y evitarlos como si fuesen hechiceros, paganos, publicanos o heresiarcas, lo que no obsta que estas mismas personas hayan de prestar sin embargo estricta fidelidad y obediencia a los futuros obispos, arzobispos, patriarcas, primados, cardenales o al Romano Pontífice, canónicamente electo. Y además para mayor confusión de esos mismos así promovidos y asumidos, si pretendieren prolongar su gobierno y administración, contra los mismos así promovidos y asumidos (séales lícito) requerir el auxilio del brazo secular, y no por eso los que se sustraen de ese modo a la fidelidad y obediencia para con los promovidos y titulares, ya dichos, estarán sometidos al rigor de algún castigo o censura, como sí lo exigen por el contrario los que cortan la túnica del Señor.

Mas respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” Hechos 5:29

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San Vicente Ferrer

Además prestando obediencia a uno que no es papa y tributándole honores papales, se quebranta el primer precepto de la primera tabla, en el cual se ordena: No adores a dios extranjero, ni ídolo, ni estatua, ni semejanza alguna del cielo. ¿Qué otra cosa es el falso papa sino un dios extranjero en este mundo, un ídolo, una estatua, una imagen ficticia de Cristo? Es evidente, pues, que es muy peligroso para cualquier alma cristiana quebrantar, aunque sea por ignorancia, los dos preceptos divinos señalados.

San Bernardo:

«Hacer el mal, sea quien fuere el que lo mande, no tanto será obediencia, cuanto desobediencia -porque se falta a lo que debemos a Dios-. (Ep. 7, n. 3, sent. 37, Tric. T. 10, p. 324.)»

Profecías de  Ana Catalina Emmerich:

«Los sacerdotes dejaban que se hiciera cualquier cosa y decían la misa con mucha irreverencia. Vi pocos que tuvieran todavía piedad y juzgasen sanamente las cosas. Todo eso me afligió mucho. Entonces mi Esposo celeste me cogió por medio del cuerpo, como él mismo había sido atado a la columna y me dijo: «Es así como la Iglesia será todavía encadenada, es así como será estrechamente atada antes de que pueda rebelarse» (AA.III.120)

Santa Brígida explica en las revelaciones celestiales :
«Estos Cristiano apostatas son miembros de la Iglesia de Cristo solo en apariencia, mientras que sus corazones pertenecen al mundo, la carne y el diablo. Casi nadie cree que Cristo es un juez justo que castigara severamente a las personas malvadas después de la muerte. Y aquellos que forman parte de la Iglesia pero no pertenecen a ella por sus malas vidas, atacan y oprimen a los elegidos de Dios que permanecen fieles a El.»

Libro Scivias Santa Hildegarda :

XVI. Después de que la justicia haya dirigido sus quejas al juez supremo, éste al acoger las palabras de acusación que hemos referido, lanzará su venganza, juzgando con su justo juicio a los enemigos de la rectitud y dejará que avance sobre ellos la tiranía de sus enemigos. Y ellos se dirán uno al otro: “¿Hasta cuándo soportaremos con paciencia a estos lobos rapaces, que deberían ser médicos y no lo son y que teniendo el poder de enseñar, de atar y de desatar, nos capturan como si fuéramos animales salvajes? Sus perversidades recaen sobre nosotros y hacen secarse a la Iglesia, porque ya no predican lo que es justo, destruyen la ley como los lobos devoran a los corderos, tienen la voracidad de los borrachos y cometen adulterio en cada ocasión, cuando ellos nos juzgan sin misericordia por tales pecados. Roban los bienes de las Iglesias y en su avaricia se atracan de todo lo que pueden. Sus ministerios sólo nos aportan pobreza e indigencia, se deshonran a si mismos y nos deshonran a nosotros. Por tanto con justo juicio los juzgaremos y los aislaremos, porque son seductores más que médicos, tenemos que hacerlo así para no perecer, ya que si siguen adelante de esta forma, turbarán toda la tierra y llegarán a ser los dueños. Les llenaremos de reproches para que desarrollen sus tareas comportándose de modo conforme a la justa religión, como la instituyeron en su tiempo los antiguos Padres, o bien que se vayan fuera de aquí y abandonen sus posesiones”.

Estas y parecidas palabras, inspiradas por el juicio divino, se las harán presentes con dureza y todavía los perseguirán diciendo: “No queremos que ésos reinen sobre de nosotros, con sus bienes, con sus tierras y todos los otros bienes del mundo, porque de estas cosas somos nosotros los titulares”. ¿Cómo puede ser aceptable que los que tienen la tonsura y visten estolas y casullas tengan más soldados y armas que nosotros? ¿Cómo puede ser que un clérigo sea soldado o un soldado sea eclesiástico? Arranquémosles, por tanto, lo que injustamente poseen. Pero consideremos con atención y con gran discernimiento lo que se haya ofrecido por las almas de los difuntos. Esto se lo dejaremos, porque no son producto de la rapiña.

El Padre omnipotente distribuyó con justicia todas las cosas, el cielo a los habitantes del cielo y la tierra a los habitantes de la tierra. Análogamente obró una justa distribución entre los hijos de los hombres: los religiosos tendrían que poseer todas las cosas que les

atañen y los laicos lo que les convienen, para que ninguna de las dos partes oprima a la otra depredándola. Dios no ha ordenado que la túnica y el manto fueran dados a uno sólo de sus hijos, dejando el otro desnudo, sino que ha dispuesto que al uno sea dado la

capa y al otro el manto. La capa les corresponde a los laicos, por la amplitud de sus deberes y porque no dejan de crecer y multiplicarse en sus hijos. El manto debe ser concedido al pueblo de los religiosos, para que no les falten comida y vestidos, pero no para que posea más de lo que precise. Por tanto nosotros juzgamos y disponemos que todas las antedichas cosas sean divididas con equidad, y dondequiera que los religiosos posean la capa además del manto, la capa les sea quitada para darlo a los indigentes, para que estos no se consuman de miseria.

Y, de este modo, y por esta sentencia, tratarán de llevar a término, dentro de sus posibilidades, todas estas cosas. Los obispos y todos los religiosos que dependen de ellos, al principio harán de todo para resistir, cerrándoles las puertas del cielo. Pero cuando por fin se percaten que ni con el poder de atar ni con el de desatar, ni con el ofrecimiento de regalos, ni con el clamor de los armas, ni con halagos, ni con amenazas pueden resistirlos, aterrorizados por el juicio divino depondrán la soberbia confianza que siempre tuvieron en sí mismos, y volviendo en sí se humillarán ante ellos, y dirán gimiendo y gritando: “Hemos rechazado a Dios omnipotente omitiendo el cumplimiento de nuestros deberes, por eso éstos ha sido inducidos a confundirnos así.

Hemos sido oprimidos y humillados por los que habíamos tenido oprimidos y humillados, porque Dios ha desatado la soga de la sumisión a los que fuimos antepuestos y que tenían que estarnos sujetos en la disciplina, y ahora permite que seamos nosotros los dominados por ellos”.

Reconocemos que estamos padeciendo el justo juicio de Dios, porque hemos querido subyugar a los reinos del mundo mientras nosotros deberíamos haber estado bajo el yugo de Dios, y porque hemos satisfecho todos los placeres de la concupiscencia carnal sin que nadie osara regañarnos. Dios ordenó a las tribus de los judíos que ofrecieran a su Creador sacrificios de animales, pero aquellos, descuidando hacerlo, se dedicaron a los placeres sensuales del cuerpo y por tanto Dios suscitó contra ellos tribus extranjeras.

A nosotros, en lugar de eso, nos prescribió que ofreciéramos un sacrificio vivo y espiritual y no hemos tenido temor de tocarlo con las manos contaminadas, ya que nos coronó con la diadema de su poder. Nos hemos puesto por encima de todo y hemos satisfecho de todos los modos los afanes de nuestra carne, por esto, nuestros enemigos se encarnizan en nosotros, como los enemigos arreciaron sobre los corrompidos de las épocas anteriores. Entonces, tanto los más importantes como los más pequeños de ambos pueblos, religiosos y laicos, otorgarán al clero disposiciones tales que tengan las cosas necesarias para no sufrir privaciones ni en la comida ni en los vestidos, y para que no tengan que padecer más estos ataques de parte de los laicos. El principio de todo esto será, tanto para los religiosos como para los laicos, como la primera hora del día, y luego como a la hora tercera, la obra será llevada a cabo, y por fin será acabada como a la hora sexta. Los hombres de todos los órdenes serán examinados como después de la sexta hora y tendrán leyes diferentes de las que tienen ahora, y así será posible que cada orden sea estable en su derecho y los libres vuelvan a la dignidad de la libertad, y los siervos al deber de la servidumbre.

 

«El vehículo semántico y operativo del poder del Anticristo no transcurre por vías materialistas o anticristianas, sino por la corrupción religiosa; Cristo es perseguido por el cristianismo y por la propia Iglesia degradada» Los Tres Diálogos sobre la guerra, la moral y la religión (1), última obra escrita por Soloviev (1853-1900)

Santa Teresa de Jesús:

“¡Oh, Cristianos! Tiempo es de defender a vuestro Rey y de acompañarle en tan grande soledad, que son muy pocos los vasallos que le han quedado y mucha la multitud que acompaña a Lucifer; y lo que es peor, es que se muestran amigos en lo público y véndenle en lo secreto; casi no halla de quien se fiar”.

Nuestra Señora de la Salette:

Luchad hijos de la luz, vosotros pequeño número… pues ya está aquí el tiempo de los tiempos, el fin de los fines. La Iglesia se oscurecerá, el mundo quedará consternado. Pero he ahí ENOC y ELÍAS, llenos del espíritu de Dios; predicarán con la fuerza de Dios, y los hombres de buena voluntad creerán en Dios, y muchas almas serán consoladas. Harán grandes prodigios por la virtud del Espíritu Santo, y condenarán los errores diabólicos del anticristo.

Libro de las Obras Divina de St. Hildegarda:
Entonces hacia el fin, aparecerán dos potencias, como en las dos cabezas, una que va para arriba hacia la salvación, incluso entre angustias y apuros, que es la de Enoch y de Elías. La otra, que tiende en cambio hacia la perdición rechinando los dientes y aparentando milagros gloriosos y virtud, que es la del Anticristo. De este modo muestran que quienes se encaminan al cielo aplastan a los que corren hacia la seducción diabólica.
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Profecías de la Beata Emmerich
«Vi la iglesia de los apóstatas crecer grandemente. Vi las tinieblas que partían de ella, repartirse alrededor y vi muchas personas abandonar a la Iglesia legítima y dirigirse hacia la otra diciendo: «Ahí todo es mas bonito, más natural y más ordenado» (AA.II.414)
LA GRAN TRIBULACIÓN
LA ESCISIÓN DE LA IGLESIA
12 de abril de 1820 – Tuve todavía una visión sobre la gran tribulación, bien en nuestra tierra, bien en países alejados. Me pareció ver que se exigía del clero una concesión que no podía hacer. Vi muchos ancianos sacerdotes y algunos viejos franciscanos, que ya no portaban el hábito de su orden y sobre todo un eclesiástico muy anciano, llorar muy amargamente. Vi también algunos jóvenes llorar con ellos. (AA.III.161)
Vi a otros, entre los cuales todos tibios, se prestaban gustosos a lo que se les demandaba.
 Vi a los viejos, que habían permanecido fieles, someterse a la defensa con una gran aflicción y cerrar sus iglesias. Vi a muchos otros, gentes piadosas, paisanos y burgueses, acercarse a ellos: era como si se dividieran en dos partes, una buena y una mala. (AA.III.162)

En las Profecías de  Ana Catalina Emmerich ella ve los 12 apóstoles de futuro que son  hombres laicos ayudados por muchos otros laicos hombres y mujeres encargados para denunciar la anti-iglesia y  de trasladar la Iglesia al desierto, a un lugar escondido fuera de la abominación, mientras simultáneamente los sacerdotes esta sumergidos en un profundo sueño.

Del lado oriental de esta iglesia avanzó con un esplendor infinito una figura sacerdotal: era como si fuera el Señor. Pronto se mostraron alrededor de el doce hombres luminosos y alrededor de estos muchos más todavía. Entonces salió de la boca del Señor un pequeño cuerpo luminoso que, habiendo salido, se hizo cada vez más grande y con una forma más definida, después, repitiéndose de nuevo, entró como una figura de niño resplandeciente en la boca de los doce que rodeaban al Señor, después en la de los demás. No era la escena histórica del Señor haciendo la cena con los discípulos, tal como la vi el jueves santo, sin embargo lo que vi me la recordó. Aquí todos eran luminosos e irradiantes, era un oficio divino, era como una solemnidad eclesiástica.

Los sacerdotes estaban sumidos en un profundo sueño y lo que hacían me parecía semejante a telas de araña. Por varios lados la malicia, la astucia y la violencia tomaban tal crecimiento que se traicionaban a si mismos. Vi a algunas personas perder sus lugares que eran tomados por otros, y todo un encadenamiento de infamias descendiendo de arriba hacia abajo hacia el mundo.

Entonces vi a un grupo de hombres que avanzaban por una gran pradera que veía a cierta distancia. Uno de ellos se elevaba por encima de todos los demás. Eran una centena al menos.

Emmerich explica como ahora el Señor  nos envía a nosotros los laicos .

El Señor vino a mi encuentro con todos sus discípulos y eligió doce de entre ellos. Vi como ponía los ojos en uno y en otro. Los reconocí a todos: los viejos llenos de simplicidad y los jóvenes robustos con tez curtida. Vi también como Él les enviaba a lo lejos en todas direcciones, y los seguía con la mirada en sus caminatas lejanas entre las naciones. Y como yo me decía: «¡ay! ¿ qué puede hacer un tan pequeño número de hombres entre las multitudes innumerables?» el Señor me dijo aproximadamente: «Su voz se hace oír a lo lejos por todos los lados. Así, ahora todavía, varios son enviados; cualesquiera que sean, hombres y mujeres, pueden lo mismo. Mira la salvación que esos doce han aportado; los que envío a tu época la aportan también, aunque permanezcan oscuros y despreciados. (AA.II.128)

Ella vio a los doce apóstoles futuros, cada uno en su lugar. (AA.II.422
Vi la Iglesia de San Pedro que un hombre pequeño llevaba sobre sus hombros; tenía algo de judío en los trazos del rostro. El asunto parecía muy peligroso. María estaba de pie sobre la iglesia en el lado norte y extendía su manto para protegerla. (AA.III.124)
 Ese hombrecito parecía sucumbir. Parecía ser todavía laico y yo lo conocía.
 Los doce hombres que veo siempre como nuevos apóstoles debían ayudarle a llevar su carga: pero ellos venían demasiado lentamente. Parecía que él caería bajo el peso de la carga, entonces, finalmente, llegaron todos ellos, se pusieron debajo y numerosos ángeles vinieron en su ayuda. Eran solamente los cimientos y la parte posterior de la iglesia (el coro y el altar), todo el resto había sido demolido por la secta y por los servidores de la iglesia mismos. (AA.III.124)
 Vi muchas abominaciones con gran detalle; reconocí a Roma y vi a la Iglesia oprimida y su decadencia en el interior y en el exterior.
 Durante ese tiempo, vi todavía en medio de los desastres a los doce hombres de lo que ya he hablado, dispersos en diversos lugares sin saber nada los unos de los otros, recibir rayos del agua viva. Vi que todos hacían el mismo trabajo de diversos lados; que ellos no sabían de donde se les encomendaba ese trabajo y que cuando una cosa se había hecho, otra se les daba para hacer. Siempre eran doce de los cuales ninguno tenía más de cuarenta años.
 No había nada de particular en su vestimenta, pero cada uno estaba vestido a la manera de su país y siguiendo la moda actual: vi que todos recibían de Dios lo que se había perdido y que ellos operaban el bien por todos los lados; eran todos católicos. (AA.III.159)
 Vi también en los tenebrosos destructores a falsos profetas y a personas que trabajaban contra los escritos de los doce nuevos apóstoles. Vi también una centena de mujeres sentadas con en estado de maravillamiento y cerca de ellas hombres que las magnetizaban; las vi profetizar. (AA.III.160)
LA TRASLACIÓN DE LA IGLESIA
 Llegué a la casa de San Pedro y San Pablo (Roma) y vi un mundo tenebroso lleno de angustia, de confusión y de corrupción. (AA.II.413)
 Ellos llevan la Iglesia a otro lugar y me parece que varios palacios caían ante ellos como campos de trigo que se cosechan. (AA.III.124)
 Cuando incluso no quedara más que un solo cristiano católico, la Iglesia podría triunfar de nuevo. (AA.III.124)
 Cuando vi la iglesia de San Pedro en su estado de ruina y como tantos eclesiásticos trabajaban, estos también, a la obra de destrucción, sin que ninguno de ellos lo hiciera abiertamente ante los demás, sentí una tal aflicción que grité hacia Jesús con todas mis fuerzas, implorando su misericordia. Entonces vi ante mi a mi esposo celeste bajo la forma de un hombre joven y me habló durante largo tiempo. Él dijo, entre otras cosas, que esta translación de la Iglesia de un lugar a otro significaba que ella estaba en completa decadencia, pero que reposaba sobre esos porteadores y se rebelaría con su ayuda. Incluso cuando sólo quedara un solo cristiano católico, la Iglesia podría triunfar de nuevo, ya que ella no tiene su fundamento en la inteligencia y los consejos de los hombres.